Malhaya
el caso Malaya,
que
empitonó a la Pantoja
y
nuestra viuda de España
casi
termina en chirona.
Ni
aquel Romero de Torres,
uno
pintando morenas
y
los otros con las coplas
pensaran
una mujer
con
tan triste trayectoria,
que
ni aun La Bien Pagá,
La
Lirio o La Zarzamora
pudieran
a esta Isabel
en
penas hacerle sombra.
Como
Rodrigo, en Triana
vino
un día al mundo esta moza,
tonadillera
precoz
que
pronto se hizo famosa
y
que habría de casarse
en
prototípica boda
con
aquel diestro Paquirri
que
se fue a morir en Córdoba
por
no tener un quirófano
situado
a portagayola.
Sola y recién parida
se
quedaba la Pantoja
y
como viuda de España
la
invistió la prensa rosa.
Desde
entonces, noche y día
a
las puertas de Cantora
decenas
de paparazzis
a
la coplera joroban
y
la pinchan y la graban
hasta
que al fin la encabronan.
Con
el alivio del luto
llegaría
el millón de copias
con
el que nuestra folclórica
nos
mostró a su Paquirrín
dándole
réplica boba.
Pero
el triunfo no enjuga
la
soledad de su alcoba,
y
un día llegó Julián,
un
alcalde de farfolla,
y
cayó a sus pies rendida
tras
un par de cucamonas,
un
chaletito en La Pera,
chanchullos
y trapisondas
que
Isabelita guardaba
bajo
la bata de cola,
hasta
que anteayer, el juez
puso
fin a aquella historia
de
la coplera, la ex
y
del alcalde carota,
y
ahora más de un millón
pagará
por blanqueadora.A la salida del juicio
el
vulgo, montando en cólera
–ese
que antes le aplaudía–
por
poco nos la desmoña.
Mas,
ay, a la cárcel que vaya…
Rita
la Cantaora.
(Publicado en Tetuán 30 Días)