Vaya rejón, Errejón,
vaya coz, vaya estocada 
te ha pegado de improviso 
tu compañero del alma. 
Tan cerca estabas de Pablo 
que no viste la patada 
que en el culo de tu amigo 
te dio Coleta Morada. 
Te pilló «irradiando núcleos» 
o «esclerotizando» castas 
y no pudiste prever, 
ni siquiera sospechabas 
la cabeza de caballo 
¿A qué viene tanta saña 
ahora que habíais llegado 
a aposentar vuestras nalgas 
en los mullidos escaños 
desde el frío de las plazas? 
Minucias, vicisitudes, 
levísimas discrepancias 
y una «gestión deficiente». 
Son cosas que a veces pasan 
y que en Podemos se arreglan 
con sonrisas, mucha labia 
y pidiéndole a Ferreras 
más minutos de programa. 
Quien se mueva, dijo Guerra, 
no sale en las instantáneas, 
que una cosa es hacer corros 
y otra mandar, y quien manda 
es el Pablo de Vallecas, 
el Pablo que no se achanta, 
el que en Alcampo se viste 
y en las Cortes se descalza, 
y si mañana le peta 
purgar del organigrama 
a un valido errejonista, 
pues sonríe, va y se lo carga. 
Y quien ose rechistar, 
ya sabe lo que le aguarda: 
que pregunten a Echenique 
o que miren a Bescansa 
y a su niño, que ni llora 
por si Pablemos se enfada.
Del disgusto te has quedado 
más de diez días sin habla, 
todo un logro conociendo 
lo que te gusta la cháchara, 
mas, al fin, cuando apareces 
a dar tu párvula cara 
se te ve aún compungido, 
lamiéndote la desgracia 
y, tras algún desahogo 
vas aculándote en tablas, 
dices que tú estás aquí 
a lo que mande el baranda, 
que a Pablo lo que es de Pablo 
y que esto es o Pablo o nada.
 
