La guerra. Y lo que no es peor, pero sí más exasperante: el no a la guerra. Los abajofirmantes y sus argumentos, enhebrados en un romance.
Hay que acabar de una vez con los viles terroristas
que asesinan en París, en Nigeria, Mali o Siria. Hay que acabar de una vez y hacerlo sin medias tintas, no con bombas ni con balas: con comprensión y «empatía».
Oshidori ha perpetrado una declaración pública de amor en consonante a la portavoz municipal, Rita Maeste.
Tiene Manuela Carmena
en su jardín podemita
hermosísima paloma
que atiende al nombre de Rita. Portavoz municipal,
altiva, alta y finita,
con una tez de alabastro,
el cabello de antracita
y un mohín en la mirada
que hasta las ganas te quita
de decirle algo bonito
por si acaso se encabrita.
En un alarde de nervio gestor la alcaldesa Manuela Carmena ha decidido aumentar el número de efectivos de la policía municipal que patrullan en bicicleta. Oshidori sólo le ve ventajas a la medida. Patrullando la ciudad
con manillar y en dos ruedas, con la porra atada al chasis, calada la chichonera, persiguiendo los delitos montadito en bicicleta. Esta nueva policía municipal de Carmena igual te persigue el crimen que te disputa la Vuelta,
Oshidori escribe una carta de presentación en versos de cabo roto a la flamante alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.
Querida nueva alcalde-
doña Manuela Carme-: en versos de cabo ro- se le presenta Oshido-, madrileño y tetuane-, vate irónico y ripio-. Lo primero, enhorabue- por alcanzar la Alcaldí- y que Dios, Marx o el que se- en su mandato la guí- por el bien del madrile-.
Ganó Syriza como se esperaba, y algunos piensan que los problemas de los griegos ya desaparecieron como por ensalmo. Oshidori no.
Si Eurípides, Sófocles y Esquilo vivieran no darían abasto a escribir tragedias como las que ocurren por tierras helenas. Ellos la inventaron y ahora ella regresa en forma de macro crisis financiera.
La infanta Cristina se sentará en el banquillo como cooperadora necesaria de dos delitos
fiscales, y Oshidori la imagina tan
apenada como aquella La Lirio del gran Rafael de León. Que el maestro le
perdone el atrevimiento.
Por la calle la Amargura va con su Iñaki la infanta. La tarde les pinta el rostro de vergüenza anaranjada mientras que Palma se enciende de cabreo y de revancha contra los fértiles duques por tener las manos largas.